Entre ramas y saberes: un taller de arborismo en La Floreana
En la REFA, hasta en los feriados seguimos explorando y experimentando. El 23 y 24 de mayo nos encontramos en La Floreana, una de las fincas de la red, para compartir un taller interno sobre arborismo, enfocado en la poda de árboles. Ese viernes, al mediodía, llegó Florian —el instructor de arborismo— con dos grandes maletas llenas de instrumentos y herramientas. Venían cargadas de posibilidades para descubrir esta técnica y, sobre todo, para ponernos en acción. La curiosidad se despertó entre los presentes ante la posibilidad de escalar los árboles que, durante años, hemos visto crecer en este bosque análogo.
¿Qué es el arborismo?
El arborismo es una práctica que permite acceder al dosel de los árboles mediante técnicas de cuerdas, arneses y anclajes. Puede ser una actividad lúdica o deportiva —como recorrer circuitos en altura—, pero también una herramienta valiosa para labores de poda, monitoreo o cuidado especializado. Esta disciplina combina la escalada con un conocimiento profundo de la estructura arbórea. El cuidado del árbol es el principio central del arborismo: se trata de una aproximación respetuosa y segura para ambas partes, el árbol y la persona que asciende.

Manos a la obra
Nuestra misión comenzó con la búsqueda de un árbol que necesitara ser podado y que tuviera una altura media (unos 10 metros). Elegimos un joven samán. Florian, con detalle y orden, nos mostró cómo debía ser el alistamiento del equipo para el ascenso y la poda. Visualizamos juntos el árbol, identificamos las zonas que podían podarse y las horquillas de las cuales podría colgarse la soga.
El objetivo era estimular el crecimiento vertical del samán, permitiendo una mayor entrada de luz a los estratos bajos del bosque. La formación de claros planificados es clave en la restauración, pues favorece el establecimiento de una mayor diversidad de especies. En este caso, un cacao ubicado debajo agradecería el aumento de luz.
Con el equipo listo, Florian subió al árbol. Lo observamos con asombro mientras se movía ágilmente de rama en rama, siempre priorizando la seguridad del árbol, la suya y la nuestra. Se sorprendió de la flexibilidad y suavidad de la madera del samán. Los sentidos —cuando están alerta— pueden brindar claves sobre cómo proceder. Usando una pequeña sierra colgada a su costado, fue cortando algunas ramas, explicando a cada paso la importancia de la forma y ubicación del corte. Una poda mal hecha puede convertirse en una herida abierta que invite enfermedades. Pero con una técnica cuidadosa, se favorece la cicatrización y se guía la forma de crecimiento deseada.
Esta primera práctica nos enseñó a leer el árbol antes de intervenir, a reconocer puntos de tensión, a entender que una poda puede ser una herida… o una oportunidad.
Escuchar con el cuerpo
Al día siguiente repetimos la práctica, esta vez en un pachaco de unos 25–30 metros de altura. El enfoque cambió: esta vez se trataba de soltar los miedos, intentarlo y subir tan alto como pudiéramos. En el ascenso, el cuerpo se convierte en herramienta y en escucha. Hay que confiar: en los nudos, en la cuerda, en el árbol, en quienes te acompañan desde el suelo o desde las ramas. Esta relación directa y física con el árbol cambia la manera en que se percibe el bosque. Desde arriba, desde dentro, el sistema se revela en capas, en relaciones. La mirada se afina.
Tejiendo conexiones
Reunidos una decena de personas, surgieron diálogos sobre cómo confluyen la forestería análoga y el arborismo. La forestería análoga se basa en observar el bosque natural para restaurar paisajes degradados, guiándose por su estructura, composición y función. El arborismo, al permitirnos observar al árbol desde su propia escala, nos ofrece una herramienta para diseñar e intervenir un bosque en formación. La poda, en este contexto, puede ser un acto de imitación de la naturaleza: una intervención que sigue la lógica del viento, de la tormenta, del paso del tiempo.
Cuando el diseño del sistema forestal tiene una densidad de siembra alta, o si el objetivo principal es la productividad, el arborismo se vuelve una herramienta fundamental. En estos escenarios, muchas especies crecen muy juntas, y acceder a ellas sin causar daño requiere técnica y precisión. Utilizar cuerdas, anclajes y arneses permite realizar labores de manejo sin compactar el suelo ni lastimar los árboles, lo que resulta esencial para mantener la salud del sistema y su potencial productivo a largo plazo.
En la restauración de un bosque desde el enfoque de forestería análoga, la poda es una práctica clave. Imitar las dinámicas sucesionales propias de la vegetación ayuda a establecer bosques que puedan madurar de manera semejante al bosque original. Y entre las diversas técnicas de poda, el arborismo se perfila como una opción que permite ser selectivos, creativos y cuidadosos. Más allá de lo técnico, nos ofrece una experiencia corporal y sensible que profundiza nuestra conexión con el bosque.

Pensar con el cuerpo
Este taller nos dejó la sensación de que el cuerpo también piensa. Que el trabajo forestal no es solo planificación y diseño, sino también práctica, intuición y presencia. Al cultivar estas otras formas de conocimiento, ampliamos también la caja de herramientas de la forestería análoga.
Participar en esta experiencia fue como abrir una puerta. Nos quedamos con preguntas, ideas y ganas de seguir explorando este cruce entre disciplinas. Tal vez se trate, justamente, de eso: de trepar, de mirar desde otra altura, y de descubrir que entre las ramas también se tejen nuevos caminos.
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Florian Groten

Escrito por: Juliana Guitierrez
Fotos y edición: Galo Chiriboga